Aquella tarde llovía,
cuando me diste tu mano,
yo la tomé sorprendido
mirando tus ojos pardos.
Tú me miraste a los ojos
buscando en ellos un faro,
quizás la luz que pedías
y que buscabas en vano.
Pero mis ojos llovían
también, con agua de llanto,
eran las gotas saladas
de unas lágrimas rogando.
Teseo ©
10/10/08