Un café bien cargado en la mañana,
un suspiro que llega hasta tus labios,
unas notas dejadas en el aire,
el reloj, de la torre, al dar el cuarto.
Amanece ya pronto y tú lo sabes,
y se van las estrellas y los astros,
con la noche pasada y con las sombras,
para dar a otros hombres su descanso.
Pero tú permaneces en silencio,
con los ojos nerviosos parpadeando,
observas más allá del infinito,
y miras la ventana de aquel cuadro.
Teseo ©
07/10/08